Me gustó escuchar de boca del consejo de administración que el primer objetivo del Bilbao Basket para esta temporada es limpiar la deuda por encima del ascenso. Y me gustó porque por una vez en unos cuantos años esas palabras se ajustaban a la realidad del club. En la última década se han firmado ostentosos y luego inútiles acuerdos de patrocinio para que el equipo jugara al máximo nivel en Europa porque somos de Bilbao. Se ha escuchado que la Eurocup se quedaba pequeña. Se ha presentado un acuerdo con un entrenador por cinco años y un proyecto con destino a la Euroliga. Se ha puesto como objetivo la Copa y el play-off, incluso cuando la plantilla no daba para tanto. Se ha presentado lo que se llamó Bilbao Basket Experience, convertir al club en un portfolio para internacionalizar la marca, solo unos días antes de que el club entrara por ¿última? vez en tensiones de tesorería y en riesgo de desaparición. Incluso se ha llegado a decir que Dusko Ivanovic iba a entrenar al equipo. Así que oír algo con sentido común resultó, al menos, destacable.
Poner el foco en mayo, abordar la temporada con un sentido de urgencia, es un error porque puede ser que el equipo no logre el ascenso y entonces, ¿qué pasaría? Además, puede ser que el equipo logre el ascenso y el club no esté preparado para afrontarlo. ¿Tiene el Bilbao Basket mejor salud que hace cuatro meses? No lo sabemos. Por eso, conviene que el consejo y quienes les están ayudando a librarse de todas sus cargas económicas se afanen en la tarea y vayan por delante de los resultados deportivos, por lo que pueda pasar. Además, esos más de 6.000 espectadores que están asistiendo a Miribilla con un espíritu positivo deben tener claro a qué atenerse y a quién corresponde cada responsabilidad. No como la pasada temporada cuando los discursos fueron variando para acabar tratando de convencer al personal de que lo mejor fue el descenso de categoría. Pues haberlo dicho antes…
Nadie se ha hecho cargo aún de que catorce años después el Bilbao Basket esté en la LEB y el globo estalló sobre quienes menos culpa tenían, esos trabajadores que solo se han dedicado durante muchos años a cumplir con su tarea sin darse importancia ni levantar la voz y que, por cierto, siguen esperando a que se cumpla con ellos. Dicen que “las circunstancias” han llevado al club a la LEB Oro, que es una buena manera de escurrir el bulto de la autocrítica. Pero sería muy ingenuo pensar que “las circunstancias” lo van a devolver a la ACB. El Bilbao Basket volverá a la máxima categoría si hace las cosas bien, primero en los despachos y luego en la cancha. Obligatoriamente en ese orden. Solo así “las circunstancias” serán favorables.
Porque lo más llamativo de este inicio de temporada ha sido que la afición, pese a todo, se mantiene fiel. Desde hace unos años, es el gran activo de un club que no ha sabido sacarle ningún rendimiento. Bueno, sí, es lo que justifica que el Bilbao Basket siga vivo, pero a la hora de llevarlo a las cuentas y al día a día ha dado igual 10.000 que 6.000. Esa masa social y lo que arrastra son lo que puede convencer de la viabilidad del club en pleno proceso concursal, que trata de separar la herencia del pasado y la gestión de presente y el futuro. Por eso, que se hayan hecho ya dos fichajes con la temporada en marcha no trastoca ninguna cuenta, ni perjudica al objetivo esencial de eliminar deuda. Hay más dinero en caja del previsto gracias a la excelente respuesta de la afición y se puede destinar a la plantilla. Lo otro sigue su curso por otra vía, probablemente solo entendible por los expertos en finanzas.
La causa económica puede alimentarse del caldo de cultivo de los buenos resultados deportivos, pero estos no puede ser el motor del club porque son variables e imprevisibles. El Bilbao Basket tiene que volver a construirse desde abajo, con criterios claros, mensajes creíbles y decisiones coherentes y, si puede ser, atinadas. Ese es el objetivo, con más o menos victorias, sin querer correr más lo necesario. Cuando regrese a la ACB debe hacerlo con todas las garantías y con una estructura potente y profesionalizada, algo de lo que ahora mismo carece. No tendría sentido subir para andar dando tumbos, para volver a cometer los mismos errores, para estar en manos de decisiones ajenas. Como accionista, aspiro a ver un club limpio, cristalino, cercano y amable con su entorno, que cumpla sus compromisos y sin cargas del pasado. Cuando eso sea posible me encantará ver de nuevo al Bilbao Basket en la élite, pero yo al menos no tengo prisa. Y probablemente tampoco la tengan muchos de los que la pasada temporada acudían a un Miribilla cargado de vibraciones negativas y malas caras y ahora han recuperado la sonrisa. Para estar como estábamos hace solo siete meses, a todos los niveles, la ACB no merece la pena.