Álex Mumbrú será el próximo entrenador del Bilbao Basket. No creo que a nadie le sorprendiera este anuncio que hizo el club la semana pasada. Más que nada porque era algo que venía barruntando desde hace muchos meses y estaba en los mentideros de Miribilla. Habrá quien esté de acuerdo y quien esté en desacuerdo con esta decisión que tiene sus riesgos ya que el catalán no ha entrenado a nadie hasta ahora. Entre la valentía y la temeridad hay una línea muy fina. Pero Mumbrú quería dar ese paso en cuanto acabara su carrera como jugador sin quemar las etapas que han seguido otros exjugadores y las circunstancias que vive el Bilbao Basket han confluido para que nadie se haya sentido capaz y con fuerza moral de negarle ese deseo. Así que el Bilbao Basket será el único equipo de la LEB Oro, excepto los filiales, que tendrá un entrenador debutante en el banquillo.

Como los hechos ya no tienen vuelta atrás, conviene que recordar que en el deporte no hay nada escrito de antemano. Que al Bilbao Basket le saliera muy mal la temporada pasada la apuesta por gente sin experiencia en distintas tareas, no significa que vaya a salir así siempre. Aunque da la impresión de que al club le gusta jugar con fuego. Se juega mucho en su nuevo proyecto, pero también se juega mucho, probablemente más, el propio Álex Mumbrú, que decide emprender su carrera como técnico en unas condiciones complicadas. Su éxito será el del Bilbao Basket, pero si no triunfa, él va a ser el más perjudicado. Por eso, entiendo que sabrá dejarse acompañar y asesorar por Jorge Elorduy y Rafa Pueyo, dos personas que, para mí, deberían tener más peso del que, en principio, se les puede atribuir en el nuevo organigrama técnico. Ambos estaban libres, pero si les han ido a buscar debe ser para algo más que poner su nombre.

El excapitán tendrá que ganarse la confianza del vestuario y de los aficionados. Por eso, también le ayudaría que se evitaran los discursos grandilocuentes y los objetivos de difícil cumplimiento porque no vale solo con predicar humildad como valor de este Bilbao Basket que quiere reconstruirse: hay que practicarla. A muchos seguidores del club les vino a la cabeza el caso de Pablo Prigioni, que tuvo que dejar el Baskonia por no sentirse preparado para un reto de esa magnitud. Pero el consejo sí ve a Mumbrú preparado para su nueva labor. Quizás piensan en él como un nuevo Zeljko Obradovic, aunque en realidad no ha habido muchos jugadores que hayan pasado al banquillo de forma inmediata y menos aún de forma triunfante. Solo el tiempo dirá si el nuevo entrenador del Bilbao Basket ha sobrevalorado sus propias capacidades o si, efectivamente, consigue trasladar todo ese aprendizaje que dice haber acumulado en sus muchos años en la élite y convierte al equipo en competitivo y gana partidos en una liga tan complicada como la que va a disputar catorce años después.

Eso será más fácil cuanto mejores sean los jugadores que dirija, obviamente. Y ese es el dilema a resolver en estas próximas semanas: qué capacidad tiene el Bilbao Basket para moverse en el mercado de la LEB Oro y quién va a llevar la responsabilidad de configurar la plantilla. Los directivos han reiterado en sus últimas comparecencias las apelaciones a los aficionados, a que los ingresos por ese concepto no mermen excesivamente porque también es la única manera de que el concurso de acreedores no lleve a la desaparición de la entidad. Trabajo tendrán los consejeros para convencer a esa parroquia de que se mantenga fiel y se saque el abono, sobre todo cuando hay explicaciones que no quieren dar. Por eso, eso yo ya me conformo con que dejen de utilizar la palabra implicación. Prefiero que me hablen de profesionalidad y de dedicación exclusiva, o casi. Más que nada para que se cree un hábito si alguna vez el club vuelve a la ACB. Si Álex Mumbrú tiene que ser el entrenador, que sea para bien.